Ginestra por Uri Gil



Debía ser un martes o un miércoles de otoño recién empezadas las primeras clases del primer curso, cuando un chico flaco, rubio y despeinado se sentó a mi lado en una pausa de la clase de dibujo al natural y me pidió fuego. Rebusqué en mis bolsillos y le contesté que no llevaba el mechero encima. Él me miró, sonrió y se puso de pie. Entonces entró de nuevo en clase y se acercó a la modelo que estaba desnuda en medio del aula.

—¿Tienes fuego? —le preguntó, sin cortarse.

            La modelo puso cara de no entender muy bien la pregunta y giró el rostro mirando al profesor. Algunos murmullos y quejas de alumnos rompieron el silencio del aula. El profe, nervioso, preguntó al chico rubio qué quería, a lo que él recuerdo que contestó:

— Saber si alguien lleva un mechero encima.

            Entonces el profesor le increpó:

— ¿Y tú crees que has de preguntar eso a la modelo? ¿Cómo te llamas?

            El chico rubio, un poco avergonzado, contestó:

— Ignacio López, soy de Diseño Gráfico.

            Y añadió mirando al profesor

— Lo siento… y tú, ¿tienes fuego?

            Fue ahí cuando supe quién era por primera vez. Estaba en mi grupo. Ignasi. Diseño gráfico. Ese chaval desvalido, con las Bambas desabrochadas y su camiseta de Bauhaus era Nacho. Claramente la estrella del espectáculo. Esa mezcla justa entre el canallismo y el buen gusto, entre poeta maldito madrileño y aristócrata del Poblenou. Entrañable y achuchable. Se hacía querer… De hecho, aún le quiero. Tras tantos años de cafés, cigarrillos, tipografías, debates políticos, videojuegos y canciones cantadas junto a él, solo sé que fue muy, muy grande lo que vivimos. Lo que me hizo sentir y aprender. Lo que me enseñó sin darse cuenta. Desde mi primer cigarrillo junto a él en esa clase de dibujo de La Massana, hasta nuestras últimas conversaciones sobre la vida, el curro, los hijos... Seguramente os pasa lo mismo a todas las personas que vivisteis y crecisteis junto a él en algún momento. Sabemos que Nacho era uno de los buenos. Uno de los que dejan huella en el alma.
            Et trobo a faltar Cañonet. T’estimo.

Nacho Ginestra — 18.02.23