Ginestra por Andrea Blanco



Nacho no me miró a los ojos el día que nos conocimos, miró las tipografías de mi Mac. Y fue mal. Muy mal. El segundo día que hablamos, me preguntó si conocía la historia de la Helvética. Fue entonces cuando supe que estábamos destinados a no entendernos.
            Nacho vivía inmerso en un universo de serifs y sans serifs. Para él, cada tipografía tenía una historia que contar, y ojo con la que usases, porque marcaba tu personalidad y buen gusto. Se podía tirar horas discutiendo sobre la legibilidad, la elegancia o la fuerza de una cursiva. Está claro que, para él, las tipografías eran incluso más emocionantes que un domingo en la agencia.
            Así que, aunque al principio pareciera que no me miraba a los ojos, pronto me di cuenta de que Nacho veía mucho más allá, a través de unas tipografías que, según él, daban forma a nuestro mundo.

Nacho Ginestra — 18.02.23