Ginestra por Ainhoa Nagore



“No me encontré nunca a nadie que hablara mal de él.”


Nacho era bueno. Seguramente podría decir que su talento era inmenso, que su manera de trabajar era pura artesanía, que su sensibilidad era auténtica, que su liderazgo era diferente, que sus teorías sobre la vida eran únicas, que dibujaba en illustrator como nadie, que inspiraba sin quererlo, que no hacía cosas en las que no creyera, que era transparente y un poco desastre, que su risa era contagiosa y sus historias delirantes, que qué buenas fiestas nos hemos echado, que como le decía Patri, tenía pelito de bebé, que era generoso, visionario, que no se avergonzaba de admitir sus debilidades, que sabía cómo acompañarte en tu aprendizaje y del que aprendías solo con escucharlo, que era un amante de la belleza, y que cómo le gustaba añadir esa belleza al mundo, que era gracioso, apasionado y muy currante, que no me encontré nunca a nadie que hablara mal de él y que me siento afortunada de que haya sido mi jefe, mi compañero y mi amigo.
            Pero Nacho, ante todo y, sobre todo, era la mejor persona, y eso hoy en día es un valor que cotiza al alza.

Nacho Ginestra — 18.02.23