Ginestra por Marta López



Ignacio, yo nunca le llamé Nacho, amó intensamente su trabajo, fue tanto su amor que vivía en un constante caos creativo. Y así también fue en parte nuestra vida. Fue un autodidacta y vivió en constante aprendizaje, fue siempre muy generoso con sus colegas (lo fue mucho conmigo no solo en lo emocional sino también en lo profesional). Nunca conocí a nadie tan honesto ni a nadie más comprometido con lo que hacía, en eso Ignacio era único. Su entusiasmo, todos los que lo conocieron coincidirán en esto, era contagioso y mágico. Divertido, disfrutón, y sobre todo bueno. Trabajar a su lado (y también vivir a su lado) era muy fácil e inspirador, porque él era feliz, y era feliz porque hacía lo que amaba, así cuando trabajaba era profunda e intensamente él.
            Espero ser capaz de enseñarles a nuestros hijos cómo fue su padre y lo que significa para mí, no se me ocurre mayor regalo.

Nacho Ginestra — 18.02.23