Ginestra por Isahac Oliver



No lo he superado. No logro leer sus mensajes de despedida en WhatsApp. No soy lo suficientemente valiente, ni mucho menos tengo el aplomo que él demostró en sus últimos días. No he sido capaz de quitarlo de mi lista de contactos favoritos en el móvil. Evito escuchar cualquier canción de Bowie, Sabina o Serrat porque sé que terminaré llorando. Me duele pasar por Villaroel con Gran Vía, ya que no puedo evitar mirar de reojo el balcón donde vivió con Marta y los niños. Pienso qué escribiría en nuestro chat FCB&Rosàs después de cada partido del Barça. Me pregunto qué opinaría sobre las ideas que presentamos. Y me sigue dando miedo hablar de todo esto con Pol, Xavi, Daniele, Tuning, Helena, Jordi o con quien sea.
            Casi sin darme cuenta ha pasado un año desde su adiós y no dejo de verle en todo lo que hacemos. Y lo pienso y me doy cuenta de que quizá sea otra vez Nacho haciendo de Nacho. Desapareciendo de los focos sin dejar de estar presente. Alguien que se mueve sigilosamente con una mochila negra a la espalda y un portátil dentro, es lo único que aparentemente podrías atestiguar ante un policía. Pero la realidad es otra. Nacho dejaba una huella inmensa y constante en tu interior sin casi ser visto. Lo descubrí desde el primer día. 


“Nacho dejaba una huella inmensa y constante en tu interior sin casi ser visto.”

Es jueves. Diciembre. Deben ser las 7 de la tarde porque ya hace rato que ha oscurecido. El plan es ir todos juntos a los Karts, hacer unas carreras y después ir a cenar a Barcelona para celebrar la fiesta de Navidad de 2010 de VillarRosàs. Pero yo no voy. Estoy con una campaña de Honda encima de la mesa y, como soy un agobiado, prefiero quedarme en la agencia. Quieren comunicar el nuevo Honda Type R, pero como siempre, no hay dinero, no se puede disparar foto, no hay tiempo y hay que entregar ya. Mientras todos se van de la agencia gritando, aparece él, con su mochila y su portátil. Tranquilo, silencioso. No le impresiona nada. Me saluda afablemente y se sienta a trabajar en el primer rincón que encuentra en una idea visual que le ronda la cabeza. Nos conocemos desde hace una semana, pero este es el primer contacto creativo que tenemos. La primera vez. Entonces se acerca y me enseña el documento que tiene en su pantalla. Joder, es precioso. Eso no es un anuncio de coches, es una pieza de diseño gráfico lista para ser enmarcada. Yo que pensaba que al día siguiente seguiría estancado con este proyecto, no contaba con el talento silencioso de Nacho. Ni mucho menos que acababa de conocer a un enorme director de arte, director creativo, filósofo, y sobre todo amigo al que no le importaba nada de lo que ocurriese en el mundo mientras hubiera un documento de Photoshop abierto en su ordenador.
            Esa noche es solo el preludio de lo que viviré durante más de 10 años de carrera juntos. Y, aunque aparentemente no esté, yo sé que le sigo teniendo a mi lado, siempre. “Ara, fes-ho maco” le decía en broma. Y una vez más, Nacho lo ha vuelto a hacer con esta maravillosa tipografía como excusa. ¿Sigue aquí, lo veis?

Nacho Ginestra — 18.02.23